1 de mayo de 2007

Debata, sr. Celdrán, debata.

Siempre nos ha quedado claro que pocas cosas tan importantes hay en un sistema democrático como el uso de la palabra. Muchas palabras son las que nos caracterizan como pueblo y como ciudadanos. Una “Declaration des droits de l’homme et du citoyen” declaró nuestros derechos y deberes en pleno XVIII revolucionario. Un texto Constitucional (fruto del consenso y del diálogo entre las diferentes fuerzas políticas) como el de 1978 nos consagra como españoles, y explica el funcionamiento de nuestro Estado. Nuestra fuerza como democracia queda latente en el árbitro y símbolo central de nuestro sistema: Las Cortes, con un Congreso y un Senado lleno de palabras, preguntas e interpelaciones.

Pero parece ser que en pleno siglo XXI algunos no se han dado cuenta, alegando no tener nada de qué hablar, alegando que los ciudadanos ya tienen formada sus ideas sobre todos los candidatos. ¿Quién podía negarse a participar en un debate con tales argumentos? Pues ningún otro más que Miguel Celdrán, dicharachero alcalde de Badajoz, maestro en oratoria, dios mediante, claro.

Tras presentar una lista como de hurtadillas, sin grandes novedades, de continuidad y desgaste, y hacer declaraciones más típicas de patio de colegio que de un Salón de Plenos de un ayuntamiento, ahora se niega a debatir con uno de sus adversarios, de talante bien diferente, para suerte de todos los ciudadanos pacenses. Entonces se me plantean dos pensamientos: O bien Celdrán no cree en el diálogo, no cree en la palabra, no cree que en política sea necesario hablar (como ha dicho el Secretario General de su partido en la región), o bien tiene miedo a enfrentarse en un cara a cara con su contrincante Paco Muñoz.

Es muy triste que en medio de una campaña electoral como la vigente para las presidenciales francesas (llena de debates e intervenciones públicas), con unos programas de “debate” en TVE con la audiencia que han tenido los dos “Tengo una pregunta para usted”, un señor que ostenta el honor de ser el alcalde de la ciudad más grande de Extremadura diga que no interesa a la ciudadanía un debate de ese estilo. Sinceramente, vergonzoso. Y porque prefiero pensar bien sobre la persona que, para bien o para mal, me representa como pacense, pensaré que tiene miedo a debatir con una persona que se ha dedicado toda la vida a hablar con unos y otros, a argumentar y a estudiar datos y estadísticas más que a escurrir el bulto poniendo siempre de por medio a Dios, que está muy bien en su sitio.

Pero lo peor de este asunto es que, mientras que la candidata popular y el candidato socialista de Mérida ya han mantenido un debate, y mientras Carlos Floriano pide allá donde va un debate con Guillermo Fernández Vara, Celdrán se niega. El PSOE tiene una posición clara: Habrá debate Vara-Floriano siempre que sus candidatos locales puedan debatir con los candidatos del PP. Vemos que, una vez más, en el PP hay disparidad de criterio, o, como dice el dicho, “donde manda patrón, no manda marinero”. Y está muy claro que aquí los patrones son, visto lo visto, los que han ganado elecciones y son votados por la ciudadanía, y no aquellos que, de unas maneras u otras, ganan elecciones orgánicas.

Floriano habla de energías renovables, de acabar con el intervencionismo (diciendo a la vez que no permitirá una refinería ni aun cumpliendo las leyes), de permitir que se creen empresas rápido, pero sobre este tema no dice absolutamente nada. Y hay dos opciones: Que obligue a sus candidatos a superar el miedo escénico y salgan a debatir a la palestra, con el perjuicio o el beneficio que ello les aporte, o que pierda la poca autoridad que le quedaba permitiendo que sus candidatos hagan o deshagan sin tener nada que ver con la dirección regional. En todo caso, cabe preguntarse si una persona que no es capaz de controlar su partido en la oposición será capaz de liderar un Consejo de Gobierno, un Grupo Parlamentario de apoyo al gobierno y toda una autonomía como Extremadura. Serias dudas tengo yo sobre ello.

Señores políticos: Debatan, deléitennos con su oratoria, su gramática, su dialéctica y sus elaboradas figuras retóricas. Con sus ideas, con sus propuestas o con sus proyectos de futuro. Pero no permanezcan por encima del bien y del mal, como si no escuchasen, como si no fuera con ustedes la cosa. Porque, señor Celdrán y otros tantos, difícilmente un político que no es capaz de debatir será capaz de escuchar.

Les invito a darse una vuelta por la Universidad de Extremadura, y contemplen a los diferentes equipos del Club de Debate Universitario. Pasen y vean, a lo mejor aprenden algo.

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