21 de enero de 2009

Obama sí es cambio.



Obama, recién nombrado 44º presidente de los EEUU, ha representado el cambio a lo largo de estos últimos dos años de precampaña, caucus, campaña y elección presidencial. Es un cambio tanto por su forma (afroamericano, joven) como por su discurso, muy cargado de referencias políticas que se acercan bastante a la idea que en Europa podemos tener de socialdemocracia, de lo público, de las relaciones exteriores, etc... Y así ha sido. Quien ha seguido su discurso de toma de posesión sólo ha podido quedar defraudado por lo vago y general de algunas propuestas, pero no por el tono general del mismo.

Y es que, sin entrar con más profundidad al tema, Obama supone encarna el cambio de paradigma político-económico norteamericano, en parte gracias a la crisis financiera internacional que nos rodea y nos absorbe. Siempre han marcado ciclos de cambio histórico las crisis:

1929 supuso la gran contracción del capitalismo liberal clásico. Para superarla, los estadounidenses eligieron a Roosevelt en 1932, un carismático demócrata que ganó las elecciones 4 veces, rompiendo la tradición de autolimitación de mandatos. Siguiendo las ideas políticas de Keynes y de parte de su escuela, entendió que la crisis de crecimiento del capitalismo (no creo que las crisis que hemos sufrido sean de finalización) habría de solventarse con políticas contracíclicas, que fomentaran el consumo y hicieran que, en momentos de gran desempleo y poca actividad económica, los procesos dieran la vuelta. ¿Cómo? Mediante la actuación estatal, sentando las bases de un estado intervencionista en materia económica, que fomenta empleo público, intenta crear una cultura de consumo al favorecer la integración social de clases bajas, etc,etc,etc...

Este paradigma, que construyó un Estado del Bienestar en EEUU (no comparable al alcanzado décadas después en Europa, cabe decir), aguantó más o menos bien las presidencias de políticos tan dispares en formación, ideas y actitud frente al mundo como Truman, Eisenhower, Kennedy,Jhonson o Nixon. Había movimientos pendulares, es cierto, pero en general podemos decir que se mantuvo.

Pero la crisis de 1973, consecuencia de la atroz dependencia energética, y su réplica unos años más tarde hicieron que el panorama cambiase, que el Estado construido a base de impuestos, políticas de intervención y subsidios pareciese complejo de mantener. Lo que algunos liberales y conservadores habían callado, dado el coste que ello suponía en una economía que crecía bien y tenía casi pleno empleo, había que decirlo. Era el momento de los economistas Friedman y Von Hayek, era el momento de Reagan. Del neoliberalismo.

La influencia del neoliberalismo ha sido aplastante en el panorama intelectual desde finales de los setenta en adelante. No en vano, hasta las posiciones izquierdistas copiaron parte de sus iniciativas: Hasta González privatizó empresas públicas que, con otra visión organizativa y de gestión, hubieran sido rentables y nos hubiesesn tratado a todos por igual. Un estado débil y raquítico en materia económica, en el cual, como dijo un gurú económico español, el dinero está mejor en el bolsillo del contribuyente. Reagonomics, Thatcher, Kohl... Un paradigma neoconservador del mundo, con un fuerte liberalismo (casi anarquismo) económico, y una visión ultraortodoxa de la vida.

Y el ciclo, como consecuencia de la crisis financiera, se vuelve a cambiar. Y su mejor encarnación es Obama. Toca hacer política de verdad, toca incorporar las decisiones económicas al control democrático de los ciudadanos, a los límites, las barreras y las regulaciones de los Estados. Toca pensar en apoyar más el desarrollo de políticas públicas que necesitamos, como la I+D, la educación, la formación para el empleo, las nuevas energías, etc... Ha llegado el turno de la socialdemocracia, de la que, unos más y otros menos, las clases políticas actuales y las que están por venir habrán de beber, habrán de leer, comprender y llevar a cabo.

Tenemos una gran oportunidad para "izquierdizar" la vida política, el mismo lenguaje político. No debemos desaprovecharla.

PD: Paso de enlaces, sólo hay que ver los periódicos.


13 de enero de 2009

UPyD: Dos escenarios, dos hipótesis (I)


Cabe decir, antes de nada, que considero que la prueba de fuego de la existencia y viabilidad de UPyD más allá de su escaño en el Congreso serán las elecciones al Parlamento Europeo, muy favorables para que su partido obtenga representanción en tanto la circunscripción es única y, por tanto, no se pierden votos. Sin embargo, antes de estas tendremos una serie de elecciones autonómicas el 1 de marzo que, con muchos matices, suspicacias y asbtracción, nos pueden dar leves pistas sobre la situación de UPyD. Para ello, qué mejor que analizar sucintamente los escenarios y lanzar las hipótesis a posteriori.

Pasemos, en primer lugar, a Galicia. Con un sistema electoral de corte proporcional corregido (con una fórmula D'Hont) y cuatro provincias como circunscripción electoral de carácter proporcional a su población, poco o nada ha cambiado en el aspecto formal desde la últimas elecciones de 2005. El número de diputados a elegir por cada una de las circunscripciones no ha sido alterado por motivos poblaciones, como sí ocurriera con la circunscripción de La Coruña en las últimas Elecciones Generales, en la que se redujo su representación en un escaño, lo que hizo que el PSOE perdiera el 9º diputado que hubiese tenido asegurado. Podemos señalar una cierta diferencia entre las circunscripciones: Las del interior, más pequeñas y rurales, muy sobrerrepresentadas ( ya que La Coruña tiene casi 3'5 veces más habitantes que Orense y no tantos escaños), en las que el PP suele sacar mayoría absoluta de representación, y las de la Costa Atlántica, más populosas (en ellas se concentra más del 70% de la población), en las que la suma de la representación del PSOE y BNG es mayor que la representación del PP. El principal beneficiado del sistema es el PP, dadas las circunstancias.

En cuanto al sistema de partidos, podemos observar tres partidos de tamaño similar en electorado, uno de ellos predominante (PP), que fue desbancado in extremis por una coalición de los otros dos partidos, uno de ellos socialdemócrata y progresista, situado en el centro izquierda (PSOE) y el otro nacionalista de izquierdas (BNG). En el eje derecha-izquierda, el PSOE se situaría en el centro, y en el eje españolismo-galleguismo (por así decirlo), igual. Ello nos hace entender al PSOE como un partido en posición central, susceptible de robar (y ser robado, claro) votos de los sectores fronterizos de los otros partidos, siendo más factible el "robo" al BNG que al PP. IU, en su versión gallega, es ausente salvo en ciertos ayuntamientos.

Las últimas elecciones nos dejan un panorama de variación del voto que presentaría, a grandes rasgos, el siguiente aspecto:


Si comparamos las elecciones por parejas de igual naturaleza, observamos lo siguiente: Un PP tendente a la baja paulatinamente pero no de forma muy abultada, un PSOE al alza, especialmente en las autonómicas y muy cerca del PP en las Generales y un BNG más o menos estable, a excepción de las autonómicas.

¿Cuál sería el espacio de UPyD en Galicia? En ninguna de las cuatro circunscripciones consiguió, en las elecciones de 2008, más del 0'8% de los votos, por lo que no podemos presentar preferencia alguna más allá de la lógica: Tiene más posibilidad de obtener representación en Pontevedra o La Coruña que en Lugo u Orense, por mera matemática electoral. Además, dada la fortaleza relativa pero cambiante de las tres opciones políticas con representación en la Cámara, y pensando en una ligera bajada del PP, una pequeña subida del PSOE y el mantenimiento de BNG, UPyD debería obtener, en La Coruña, al menos 26.000 votos para obtener un escaño por esa circunscripción (lo que vendría a suponer algo más de un 4'3% de los votos emitidos). Hemos de recordar, además, que Galicia es una de las CCAA más abstencionistas de España, lo que dificulta aún más sus opciones.

En todo caso, se trataría de un triunfo, susceptible de consecución si UPyD designase un candidato o candidata más o menos relevante y conocido, de cierto talante galleguista, por La Coruña, puesto que en las circunscripciones más pequeñas lo tendría peor todavía. Por ello, mi hipótesis es que no obtendrá representación en las elecciones gallegas de 1 de Marzo de 2009, por las razones antes esgrimidas: La división territorial del voto, la infrarrepresentación de las circunscripciones grandes y la solidez tradicional del sistema de partidos, además de su baja aceptación en las elecciones de 2008.

Fuentes: Especial elecciones 2005 de "El País" y Ministerio del Interior.

6 de enero de 2009

La coercitividad del D.I.P.


Sin entrar en profundidad en la materia, yo definiría el derecho como una forma para la regulación y la resolución de controversias entre diferentes sujetos. Desde mi punto de vista, la más eficaz, lo que no quiere decir que haya otras. Y su eficacia reside en dos factores fundamentales: Ser el resultado de un acuerdo tácito de voluntades y ser, una vez concebido el acuerdo, obligatorio para todos.

De lo primero se ha escrito mucho. Sólo cabe destacar que tanto el derecho privado como el derecho público regulan relaciones a las que se ha llegado por acuerdos tácitos o no, conformados, desde el desarrollo del Constitucionalismo decimonómico, en el hacer continuo de unos cuerpos legisladores electos por el pueblo, titular de esa soberanía, ese poder para darse normas y no obedecer ninguna de un orden superior, porque no hay orden superior a la voluntas populi, o, si se quiere, a las voluntae populorum.

La otra garantía es que sea obligatorio, y para que sea obligatorio no hay duda de que el garante de su obligatoriedad debe disponer de mecanismos que garanticen su rigidez y su cumplimiento. Para mí, el último mecanismo debe ser la violencia, entendida esta, como diría Max Weber, como monopolio del poder estatal, que no es más que ese garante del cumplimiento de las normas que regulan nuestra convivencia. Debe ser, por emplear el término correcto, coercitivo a la vez que imperativo.

Pero, ¿qué ocurre cuando son dos estados los que tienen controversias? Habida cuenta del principio de soberanía antes mencionado, desde el punto de vista de la igualdad de todos los entes estatales, ninguno ha de obedecer a otro. Y entonces, para el arreglo de las controversias, surge la guerra como forma de hacer política, de configurar un panorama de relaciones internacionales. Así lo hemos visto a lo largo de la historia de la humanidad, no creo que haga falta dar ningún ejemplo.

Pero con el desarrollo de la Sociedad Internacional Contemporánea, el uso de la fuerza como mecanismo habitual en las relaciones internacionales se ha ido viendo rebajado, en pro del derecho, esto es, de la solución pacífica de los conflictos entre entes dotados de igual soberanía. Surge el Derecho Internacional Público. Surge la diplomacia, tal y como hoy la entendemos. Y así llegamos, paso a paso, hasta la Carta de las Naciones Unidas, muestra de Tratado Internacional(acuerdo entre Estados, como en el derecho privado se llega a acuerdo entre particulares) que abomina la guerra como modo de relación entre las naciones de nuestro planeta, tal y como suscribe el artículo 2 de la Carta, en sus apartados 2 y 3 y, de regla, la convierte en excepción muy tasada, considerando lícito su uso en casos de legítima defensa o si lo autorizase el Consejo de Seguridad, el órgano más importante dentro de la ONU. Había que considerar un último factor: El nivel de la fuerza utilizada en contestación a una primera agresión debería respetar el principio de proporcionalidad.

Pues bien, ese es el amparo de Israel para asesinar población: Legítima defensa. Prostituyendo una acción que debe ser el último recurso y una excepción, como ya hicieran los EEUU en varias ocasiones, y riéndose del principio de proporcionalidad de la acción. Que no nos confundan: Matar niños en escuelas o dejar sin luz y agua a casi un millón de personas no es proporcional ni constituye un acto de retorsión, ni de legítima defensa. Se llama genocidio.

La solución no pasa por la violencia. Pasa por el derecho, por la diplomacia, por la política. Pero cuando las normas internacionales no tienen capacidad de coerción de aquellos que han de obedecerlas, poco se puede hacer frente a la barbarie.

PD: Visiones interesantes y similares en los blogs de Alberto Ginel y del Geógrafo Subjetivo, siempre interesantes.

4 de enero de 2009

Reflotar tras la crisis.


Hoy hemos conocido que el cabeza de lista del Partido Popular a las Elecciones Europeas será Jaime Mayor Oreja, ex- presidente de la dirección del partido en el País Vasco, ex ministro y melancólico confeso de tiempos mejores. Pocos comentarios me merece al respecto, ya que, en el caso posible de una victoria del PP en las urnas, poco se deberá a su programa (supeditado a los partidos conservadores de la UE, que gobiernan en ellos y por tanto condicionan más la política que Rajoy), ni tan siquiera a su campaña, si no a un voto de castigo al gobierno, ya que la naturaleza de las elecciones europeas en España no pasa de esa dinámica. Lo ha dejado claro el ínclito González Pons. Así son de europeístas en el PP.

Pero quiero centrarme en algo más interesante, que no es otra que la composición de las listas electorales... del PSOE, claro. Para ello, quiero partir de una observación que parece que a muchos se les escapa: El PSOE tiene posibilidades de perderlas. Por ello, debe reaccionar, actuar, siendo consciente de que estas elecciones, algo más de un año después del comienzo de la IX legislatura, son decisivas para saber cómo actuar en el resto de la misma, ya que servirán para tomar el pulso a la población, dado el carácter de las mismas, que ya remarqué. En análisis interno del PP se lo dejó a otros momentos o a otras personas.

El candidato del PSOE es de lo mejor que tenemos, sin duda alguna. Una persona brillante en lo académico, en lo profesional y en lo político, por la que siempre aposté como ministro en esta legislatura e incluso como sucesor de Zapatero, si decidiera no continuar como presidente en próximas elecciones. Una persona que, sin duda, hubiese venido muy bien en estos tiempos que corren, a cargo de un área importante del Gobierno e, incluso, como Portavoz del mismo. Pero las decisiones de Ferraz son inescrutables, y hay que actuar con inteligencia.

Ahora toca elaborar las listas electorales, y muchos se preocuparán por estar en ellas ya que, si hay algo mejor que ser senador, es ser eurodiputado. Pero a mí me preocupa más la situación interna, que es la que mejor hay que preparar, así que voy a preocuparme de los que salen. Mejor dicho, de uno de los que sale.

Borrell tiene que volver a la política nacional. En tiempos de incertidumbre, y con una futura remodelación del gobierno (que dependerá en mucho del resultado de las elecciones europeas), sería una oportunidad increíble incorporar a una persona del bagaje intelectual, político y diplomático (fundamental en estos momentos) del catalán. Un valor que ha estado calentito en Europa, resguardado de toda la dinámica de crispación interna, que se debería aprovechar. Una persona que, durante los dos años y medio que ha ostentado la presidencia del PE, ha tomado contacto con todos los miembros de los gobiernos de la Unión, con multitud de personalidades internacionales más allá de las fronteras

europeas, lo que hace que tenga una visión global difícil de igualar. Todo ventajas. Más aún cuando, si miramos el currículo político interno de Borrell, vemos su amplísima experiencia en los ministerios económicos de la A.G.E., tan necesarios ahora que hemos de aplicar políticas keynesianas con visión socialdemócrata.

Porque Rajoy está hundido, y va a ser muy difícil que se levante, pero Zapatero, el Gobierno y el PSOE están en el ojo del huracán, en el centro de la vida política, y, si toman la delantera y lleva cabo las decisiones correctas, especialmente en el ámbito comunicativo, tendrán las de ganar.Que se lo digan a Brown. Personas como Fernández de la Vega, Solbes o Moratinos están muy bien, pero necesitarán (especialmente éste último) relevo o apoyos en la actividad gubernamental. Eso si es que queremos salir del atolladero internacional en el que andamos metidos. Porque queremos, ¿no?

Aunque a mí me da que lo de Borrell huele a comisario europeo, pero eso está por ver.

PD: Lo prometido es deuda, así que, en los próximos días, escribiré algo sobre la UE y el fallido Tratado Constitucional, como pidió Joaquín.

3 de enero de 2009

Un año más.


Decimos los historiadores que siempre tiene que pasar un tiempo para que el análisis de un fenómeno, un acontecimiento o un simple hecho histórico pueda llevarse a cabo con la mayor objetividad de entre todas las posibles. Yo a veces tengo serias dudas sobre este paradigma historiográfrico, ya que la distancia temporal sólo apaga los sentimientos existentes. Cuando uno contempla la realidad histórico como un ser y no como un deber ser, la objetividad (toda la que puede salir de un ser humano con historia personal, vida propia y gustos e ideología) es posible, se estudie la revolución conservadora americana o el yacimiento de Atapuerca. No obstante, la mejor forma de ser objetivo es ser honesto, y en dicha honestidad radica el hecho de saberse sujeto, de saberse subjetivo pues lo único objetivo es el objeto de estudio, valga la redundancia. Porque nuestra labor no debería ser narrar, ni enumerar acontecimientos, ni ser meras máquinas reproductoras de datos.

Nuestra labor ha de ser más profunda, más dinámica, y, sobre todo, más consciente. Hemos de tender a ascender al nivel de lo analítico, de lo subyacente, de las ideas, de las causas y de las consecuencias. Porque sólo así, entendiendo cómo ha operado a veces una sociedad, un estado o un ser humano concreto podremos entender el presente, antes de que llegue a convertirse en ese pasado que suele (y subrayo este último verbo) ser nuestra fundamental área de estudio. Y, por supuesto, entendiendo lo que ocurre en el presente, en este momento mismo, podremos ser capaces, si no de dar respuestas a lo que está por venir, sí de plantear las preguntas adecuadas. Siendo conscientes de la inexistencia de las verdades absolutas, que harían de la disciplina un páramo aburridísimo, como algunos quieren dibujar desde posiciones totalitarias.

Desde esa objetividad subjetiva, y con esa pretensión de comprender lo pasado para entender lo demás, son sólo algunos los que hacen Historia. Se hace Historia con un método, con unas herramientas, con unos rudimentos y unos principios, desde unos presupuestos mentales determinados. En tamaña tarea, para la que hace falta saber mucho más que una marea de fechas y una montaña de nombres, tiene vital importancia las parcelas del tiempo y espacio que, artificialmente, nos hemos dado. Porque el espacio y el tiempo, en tanto tales, son constantes en el trabajo del historiador, y no nos queda más remedio que diseccionarlos para así poder contribuir, en la medida de nuestras posibilidades, al progreso de la disciplina.

Una de las divisiones en la constante tiempo es el año. Un año, la cantidad de tiempo que tarda nuestro planeta a la estrella de nuestro sistema solar. Un año, medida cómoda para el humano, ni muy corta ni muy larga, por más que estos adjetivos, por el hecho de serlo, tengan valores variables, tanto casi como cada persona.

2008. Un año que hemos dejado atrás, todos y cada uno de nosotros, por una pura convención seguida desde antaño. Un año en que hemos conocido éxitos, triunfos, sinsabores o malos momentos. Por mí parte, sólo decir que, a pesar de todo lo malo que hay podido ocurrir, me quedo con que he conocido gente maravillosa, he entendido que las revoluciones y los cambios viables surgen necesariamente desde dentro de lo que queremos modificar, he obtenido unos resultados académicos bastante satisfactorios y, sobre todo, he aprendido de mis errores. Este año, sólo un deseo: Saber cómo ser decente en tiempos indecentes.