Un viernes a finales de un caluroso mes. A mediodía, en un Corte Inglés de una ciudad cualquiera, un chico pasea deprisa buscando un objeto de necesidad, como siempre, a ultimísima hora. A pesar de ello, se concede una tregua, y, en medio del bullicio, baja y se compra un helado, dándose así un caprichito de esos que a cualquier persona les gusta darse. O eso se dice a sí mismo.
Allí, entre toda esa gente que corre desenfrenada yéndose o viniendo de comer, entrando a trabajar o saliendo de comprar cualquier cosa, la chica de los helados, que ve y atiende con la mejor de sus sonrisas a todos aquellos que pasan y deciden darse el capricho de turno, ve al chico. "¿Qué tal los exámenes?", pregunta ella. La conversación dura apenas un minuto.
El chico se va. Y entonces descubre que ha vivido una historia de ciencia ficción que merece ser contada.
Y es que a veces, hasta en el mismo monumento viviente al Capitalismo, las relaciones personales son capaces de hacerle una llave de judo a la puta posmodernindad. Y todo con una marca y una música machacona de fondo.
6 de julio de 2006
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1 comentario:
Bueno, es que debajo de la gran sábana del fantasma del capitalismo que todo lo envuelve estan las personitas como nosotros, sin ir más lejos...
Saludos,
Gemma
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