3 de diciembre de 2006

Breathless


Hay una frase que sentencia excelentemente bien ese estado mezcla de euforia, sinrazón y magia a parte iguales: "La vida no se mide por los momentos que respiras, sino por aquellos que te quedan sin aliento". Y últimamente descubro varios movimientos de tierra en torno a las personas que me rodean. Movimientos que hacen que se estremezca el suelo, y, con él, todos los pobres personajillos que rondamos por su superficie.

Salir, beber, el rollo de siempre... Nunca es más de lo mismo. Y ver como una persona que ha marcado historia da un paso al lado(que nunca atrás) y deja paso a una nueva generación es uno de esos momentos que a más de uno nos dejan sin aliento por el mero hecho de haberlos vivido, al ser consciente de que es una experiencia histórica irrepetible. Y más cuando la vives con tantos amigos y compañeros.

El colofón de despedida, de lujo.

Tampoco lo es mirar las estrellas desde una muralla a altas horas de la madrugada... Pero esa es otra historia, una de esas que ahora no toca narrar. Hoy toca Ravel, no Tchaikovsky.

PD: Acabo de leer una noticia que, a mi juicio, es maravillosa. Ya lo decía yo: No estamos locos...

No hay comentarios: