16 de agosto de 2008

No sólo música II.

Siempre recordaré la primera vez que escuché una obra policoral. Fue el motete a doble coro Super Flumina Babylonis , de Tomás Luís de Victoria. La cantaba el coro al que luego, un par de años más tarde pertenecí.

Mi sensación fue muy interesante: Yo ya había cantado en otros coros polifónicos, pero jamás había escuchado en vivo una sonoridad de ese calibre. Descubrí que un coro de 20 personas era capaz de desplegar una sonoridad cualitativamente mayor que mi coro, que tenía aproximadamente unas 45 personas. No se debía al número de cantores, ni al grado de control de sus intrumentos vocales. Se debía a un tipo de composición, muy utilizado desde el Renacimiento en adelante, que consistía en la acumulación de sonidos para impresionar al auditorio. En lugar de un coro de 45 personas cantando simultáneamente un máximo de 4 notas (una por cada una de las tradicionales cuerdas), se trata de un grupo de cantores cantando hasta un máximo de 8, 10 ó 12 notas simultáneamente, creando un efecto armónico sencillamente impresionante, mucho más efectivo (en términos cualitativos, repito) que una obra coral a 4.

Pero no todos los coros pueden cantar a 8 voces, o a 10. Porque entre los cantores hay mucha inseguridad, porque el director no se siente capaz de comandar una obra de esas dimensiones, o porque la mentalidad del cantor es tan conservadora que prefiere no exponerse a las novedades que ofrece esta modalidad de cantar, ya que se encuentra más solo que en la otra modalidad, y corre el riesgo de verse superada por las demás voces. Se renuncia, por tanto, a lo mejor por lo cómodo, por lo existente. Se coartan las posibilidades globales del coro por el bienestar individual de los cantores. Se pierden, por tanto, muchos armónicos, muchas capacidades, muchos aportes.

Podemos seguir cantando eternamente a cuatro voces una infinidad de motetes bellísimos, pero jamás lograremos causar la misma impresión en el auditorio que si fuésemos un paso más allá. Porque la acumulación de sonido siempre será mejor que la simplicidad, aunque sea más arriesgado. Como en política, claro: Si en la vida partidaria no se tienen en cuenta las opiniones, las sensibilidades y la pluralidad, difícilmente se impresionará al auditorio, y el concierto será... mediocre.

1 comentario:

Paco Centeno dijo...

Hola compañero,
Estoy muy de acuerdo contigo, desarrollar la polifonía en política es la clave de una oferta más plural y de mayor calidad. Pero a menudo se confunde polifonía con partituras diferentes: imagínate una "coral" de 20 con 20 partituras diferentes, eso produce cacofonía. Tengo la sensación de que en la política se confunde opiniones diferentes con partituras diferentes.
Un saludo