... Me matriculé precipitadamente y tarde después de un mar de confusiones, suposiciones y debates con la almohada llamado verano, y entré en esa inhóspita facultad de Filosofía y Letras(como tiene que ser dicha facultad) en la que ahora paso tantas horas. Entonces me vi matriculado en un censo. Pero yo quería más: Quería hacerme universitario.
Ser universitario era, para mí, algo más que pagar tasas, suspender asignaturas, hablar en clave(créditos, convergencia europea, tutorías, etc...): Era (y lo sigue siendo) entrar de lleno en la vida universitaria. Entonces decidí hacerme representante de alumnos. Y no me arrepiento en absoluto, a pesar de tener tantas cosas que hacer que no puedo actualizar el blog tanto como quisiera, de tener que gastar más teléfono o de pasar algunas veces más de 12 horas seguidas en el campus.
Porque gracias a esta saturación de universitario, he asistido a una de esas jornadas que te abren los ojos y te hacen sentir pequeño en un mundo mucho más grande de lo que pensabas, lleno de personas muy formadas y válidas; he conocido a gente interesantísima con la que he compartido multitud de ideas, he organizado cuestiones de las que me siento orgulloso, y he ganado mucha experiencia. Y todo, como he dicho antes, aún con agobios y planteamientos casi metafísicos a la hora de configurar el horario semanal, y a costa de faltar a algunas clases, ya que, como dije en otra ocasión, necesito seis horas más al día.
Me marcho a intentar descansar, ya que a veces dividirse en dos no tiene sentido. Calidad antes que cantidad...
21 de noviembre de 2006
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