El Senado es la institución más criticada de nuestra historia constitucional reciente. O eso creo, puesto que, justo tras la promulgación de la Constitución ya había fuertes discusiones doctrinales sobre sus funciones, su composición y sus competencias. Recuerdo haber leido hace algún tiempo un artículo de Eliseo Aja (Catedrático de Constitucional de la UB) criticándolo nada más aprobarse la CE.
A todas las críticas que se hacen en medios doctrinales, periodísticos y en la blogosfera política, hoy quiero añadir una que me resulta, cuando menos, muy curiosa: La inoperancia y la poca relevancia del Senado se manifestó ayer, fecha de constitución de las Comisiones Legislativas Permanentes de la IX Legislatura.
Es decir, más de dos meses después de las elecciones y casi un mes y medio después de la sesión constitutiva de una Cámara (que, recordemos, no ha tenido que afrontar debates de investidura, ni investir al presidente del gobierno ni nada que haya podido ralentizar su funcionamiento más allá de la incorporación de los Senadores designados por Andalucía) han comenzado a funcionar comisiones tan "importantes" como la Comisión Constitucional, la Comisión de Asuntos Exteriores, la Comisión de Administraciones Públicas o la Comisión General de las Comunidades Autónomas. Todas tienen que estudiar asuntos tan relevantes como la nueva Ley de Función Pública de la AGE, todo lo relativo a la futura aplicación del Tratado de Lisboa o el nuevo sistema de financiación autonómica. Asuntos nada baladíes que requieren de todo el trabajo parlamentario que sea posible, no una adormecedora espera de la llegada de los proyectos del Congreso.
Y ese es el problema: Sólo se dedican a releer, y de aquella manera.
Es una muestra perfecta del valor real de la Cámara Alta en nuestro sistema político, una cámara ninguneada por los partidos (que, aún con todo lo que se ha de hacer en el Congreso, han constituido las comisiones hace más de una semana) y que vive ociosa en su plácida decadencia a la espera de lo que venga.
A todas las críticas que se hacen en medios doctrinales, periodísticos y en la blogosfera política, hoy quiero añadir una que me resulta, cuando menos, muy curiosa: La inoperancia y la poca relevancia del Senado se manifestó ayer, fecha de constitución de las Comisiones Legislativas Permanentes de la IX Legislatura.
Es decir, más de dos meses después de las elecciones y casi un mes y medio después de la sesión constitutiva de una Cámara (que, recordemos, no ha tenido que afrontar debates de investidura, ni investir al presidente del gobierno ni nada que haya podido ralentizar su funcionamiento más allá de la incorporación de los Senadores designados por Andalucía) han comenzado a funcionar comisiones tan "importantes" como la Comisión Constitucional, la Comisión de Asuntos Exteriores, la Comisión de Administraciones Públicas o la Comisión General de las Comunidades Autónomas. Todas tienen que estudiar asuntos tan relevantes como la nueva Ley de Función Pública de la AGE, todo lo relativo a la futura aplicación del Tratado de Lisboa o el nuevo sistema de financiación autonómica. Asuntos nada baladíes que requieren de todo el trabajo parlamentario que sea posible, no una adormecedora espera de la llegada de los proyectos del Congreso.
Y ese es el problema: Sólo se dedican a releer, y de aquella manera.
Es una muestra perfecta del valor real de la Cámara Alta en nuestro sistema político, una cámara ninguneada por los partidos (que, aún con todo lo que se ha de hacer en el Congreso, han constituido las comisiones hace más de una semana) y que vive ociosa en su plácida decadencia a la espera de lo que venga.