29 de diciembre de 2008

Quisiera ser como tú.


Puede que no me leas ni hoy ni mañana ni nunca, pero quiero decirlo: Me gustaría ser como tú.

Me gustaría estar aferrado a unos valores y a unas rutinas sencillas, casi inocuas. Pasar por la vida como si nada fuese conmigo, como si el presente fuese lo único que tuviese y no mirase, en ningún caso, al futuro. Pensar sólo en lo difícil que son las cosas es bonito, es incluso heroico, y dejarse llevar por el marasmo, por la corriente (como hacen los peces muertos) conlleva una facilidad pasmosa.

Pero tener inquietudes presenta una serie de pros y una serie de contras. Pensar en el futuro que deseo, condicionando así mi presente y proyectando mi vida, no es algo sencillo de llevar ni de compatibilizar con el resto de las cosas que suele hacer una persona de mi edad. Porque requiere una serie de esfuerzos, el cumplimiento de unas obligaciones que a veces son difíciles de explicar. Cargas pesadas, retos por cumplir. Mucho más difícil que ver los pájaros volando a mi alrededor.

Nunca lo has entendido correctamente, ni falta que te hace. Porque tú eres feliz en tus alegrías y en tus leves sufrimientos, sonriendo y lamentándote. Por ello, a veces quisiera ser como tú.

Pero vuelvo a mi realidad y me doy cuenta de que no puedo. Y es por una razón muy sencilla: No quiero, he escogido otra vida, más fructífera y llena, con más altibajos, pero en progesión ascendente.