10 de marzo de 2007

La posmodernidad

Siempre me ha gustado aquello de la posmodernidad. Suena bien, suena incluso con un punto nihilista que me gusta. Leer Bret Easton Ellis, ponerse camisetas con mensaje, vivir pegado a un móvil y a un portátil (si es que ambos ya no son uno sólo), tener amigos en diversas partes del planeta, estar a caballo entre el vegetarianismo radical y la legalización de drogas blandas, y, sobre todo, haber olvidado a Dios. Ah, y creer que cuando buscas algo en google y lo primero que sale es la entrada correspondiente en wikipedia, no existe la casualidad. Por supuesto, tener un blog y estar en una red de blogs ayuda a aquello de ser posmoderno, faltaría más.

La posmodernidad nos ha dado tecnología emergente, nuevas creencias, nuevas actitudes frente a la vida, la muerte y el sexo, y una infinitud de posibilidades comunicativas con multitud de personas a través de un simple clic. Aquello de la Sociedad de la Información, como dijo Ibarra hace ya algún tiempo, cuando Zapatero, aún sólo Secretario General del PSOE, inauguraba colegios equipados con un ordenador por cada dos alumnos en pueblos perdidos de Extremadura.

También nos ha quitado cosas. Nos ha quitado inocencia. Nos ha quitado el placer de descubrir cosas a la antigua usanza. Nos ha quitado privacidad, incluso.

Y sobre todo, hay algo que no nos ha dado. Y es más tiempo. Prueba de ello es la fecha de mi último post, y el exquisito intervalo entre aquella y la de este post.Pero bueno, he vuelto...

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