6 de enero de 2009

La coercitividad del D.I.P.


Sin entrar en profundidad en la materia, yo definiría el derecho como una forma para la regulación y la resolución de controversias entre diferentes sujetos. Desde mi punto de vista, la más eficaz, lo que no quiere decir que haya otras. Y su eficacia reside en dos factores fundamentales: Ser el resultado de un acuerdo tácito de voluntades y ser, una vez concebido el acuerdo, obligatorio para todos.

De lo primero se ha escrito mucho. Sólo cabe destacar que tanto el derecho privado como el derecho público regulan relaciones a las que se ha llegado por acuerdos tácitos o no, conformados, desde el desarrollo del Constitucionalismo decimonómico, en el hacer continuo de unos cuerpos legisladores electos por el pueblo, titular de esa soberanía, ese poder para darse normas y no obedecer ninguna de un orden superior, porque no hay orden superior a la voluntas populi, o, si se quiere, a las voluntae populorum.

La otra garantía es que sea obligatorio, y para que sea obligatorio no hay duda de que el garante de su obligatoriedad debe disponer de mecanismos que garanticen su rigidez y su cumplimiento. Para mí, el último mecanismo debe ser la violencia, entendida esta, como diría Max Weber, como monopolio del poder estatal, que no es más que ese garante del cumplimiento de las normas que regulan nuestra convivencia. Debe ser, por emplear el término correcto, coercitivo a la vez que imperativo.

Pero, ¿qué ocurre cuando son dos estados los que tienen controversias? Habida cuenta del principio de soberanía antes mencionado, desde el punto de vista de la igualdad de todos los entes estatales, ninguno ha de obedecer a otro. Y entonces, para el arreglo de las controversias, surge la guerra como forma de hacer política, de configurar un panorama de relaciones internacionales. Así lo hemos visto a lo largo de la historia de la humanidad, no creo que haga falta dar ningún ejemplo.

Pero con el desarrollo de la Sociedad Internacional Contemporánea, el uso de la fuerza como mecanismo habitual en las relaciones internacionales se ha ido viendo rebajado, en pro del derecho, esto es, de la solución pacífica de los conflictos entre entes dotados de igual soberanía. Surge el Derecho Internacional Público. Surge la diplomacia, tal y como hoy la entendemos. Y así llegamos, paso a paso, hasta la Carta de las Naciones Unidas, muestra de Tratado Internacional(acuerdo entre Estados, como en el derecho privado se llega a acuerdo entre particulares) que abomina la guerra como modo de relación entre las naciones de nuestro planeta, tal y como suscribe el artículo 2 de la Carta, en sus apartados 2 y 3 y, de regla, la convierte en excepción muy tasada, considerando lícito su uso en casos de legítima defensa o si lo autorizase el Consejo de Seguridad, el órgano más importante dentro de la ONU. Había que considerar un último factor: El nivel de la fuerza utilizada en contestación a una primera agresión debería respetar el principio de proporcionalidad.

Pues bien, ese es el amparo de Israel para asesinar población: Legítima defensa. Prostituyendo una acción que debe ser el último recurso y una excepción, como ya hicieran los EEUU en varias ocasiones, y riéndose del principio de proporcionalidad de la acción. Que no nos confundan: Matar niños en escuelas o dejar sin luz y agua a casi un millón de personas no es proporcional ni constituye un acto de retorsión, ni de legítima defensa. Se llama genocidio.

La solución no pasa por la violencia. Pasa por el derecho, por la diplomacia, por la política. Pero cuando las normas internacionales no tienen capacidad de coerción de aquellos que han de obedecerlas, poco se puede hacer frente a la barbarie.

PD: Visiones interesantes y similares en los blogs de Alberto Ginel y del Geógrafo Subjetivo, siempre interesantes.

9 comentarios:

Paco Centeno dijo...

Totalmente de acuerdo con que hablamos de genocidio, pero con un matiza: enfrente no hay estado, hay un grupo de apatridas que reclaman tener un país dónde sentirse como en casa.
Sobre la ONU mejor no hablemos, se necesita una reforma profunda de la ONU, sin duda. Ya no sirve el modelo actual, con países de diferentes categorías. Tiene que reinventarse.
Un saludo

Steven Jorge dijo...

Eso es, Stalin ¡¡¡¡
Por cierto hace poco oí que los de Gestión y Administración Pública erais unos pequeñuelos del derecho o algo así, algo que replicar al amarillismo ¿¿ jaja
Un saludo

Malo Malísimo dijo...

El Docto Doctor marca una de las claves, dos estados, y en el caso tratado sólo hay uno y muy bien armado, frente a ellos una serie de grupusculos más o menos armados, que sí, que son unos... me callo, mejor me callo, que emplean a su propio pueblo como escudo y como excusa, que engañan, que... Pero... y los otros, que decir de los otros, lo mismo, exactamente lo mismo, no, peor, porque estos se supone que están sometidos al derecho internacional, para lo que les interesa claro.

José Antonio Gil Celedonio dijo...

Para mí, a día de hoy, el DIP es mucho más que el derecho regulador de estados. Ahora hay más actores en su escenario: Personas, Empresas, OOII, etc...

Y no, no somos lo que tú dices, ni mucho menos. Somos una especialidad dentro de las ciencias sociales y jurídicas que se ve puesta al mismo nivel que las demás con el proceso de Bolonia, como debía ser. Sabemos derecho, sí, pero también más cosas. Además, yo soy historiador, y me interesan bastante las RRII y el derecho que las regula, así que... Nada que replicar al amarillismo, se replica solo normalmente.

Y tu comentario de Stalin... no lo encajo con el resto, aunque tampoco creo que tenga mucho sentido.

Pedro Centeno dijo...

¿Qué pasa cuando hay estados que se niegan a reconocer este derecho? Me refiero, por ejemplo, a Estados Unidos. El derecho int5ernacional sólo tendrá cierta virtualidad cuando el Consejo de Seguridad de la ONU no lo dominen los cinco países que más armas fabrican.
De todos modos es esperanzador que exista. A ciertos líderes querría yo ver sentados en el banquillo...

Juan Antonio Doncel Luengo dijo...

¿Qué debería hacer Israel en vez de lo que hace?

Paco Centeno dijo...

Juan Antonio,
Ayudar a crear un estado Palestino, gobernado por moderados (lo que hace matando Palestinos no creo que vaya a facilitar que sea gobernados por los más moderados) y combatir el terrorismo en colaboración con el estado Palestino. Son cosas que Israel podría hacer, por ejemplo.

Juan Antonio Doncel Luengo dijo...

Pero es que, Paco, Israel ya ha intentado hacer eso. Es imposible hacer eso si una organización terrorista que ha jurado destruir Israel gana las elecciones en Palestina y se apropia de una parte del territorio para poder cumplir su juramento. La prueba la tienes en que la parte de Palestina que no sufre a Hamás no está siendo atacada. Lo que no va a hacer Israel es permanecer impasible mientras es atacada.

Juan Antonio Doncel Luengo dijo...

Quiero añadir a mis reflexiones sobre la guerra que por supuesto que yo parto de la base de que no debería haber guerra y de que en éstas mueren muchas personas que meramente pasaban por allí y no pueden no hacerlo.