9 de septiembre de 2006

La vigencia de los recuerdos I


Desde Aquel Virgen Infierno Dorado.


Todo aquello no podía estar sucediendo. Era imposible que tales ocurrencias se dieran todas a la vez... Si te duermes, todo se transforma en una luz estrellada y radiante, que se torna en fuego. El fuego sacro de la experiencia que queda olvidada por no haber sido contada. Sabes que jamás escaparía de mis labios aquel lívido poema sin dueño. Sin dueño... Como tú, delfín oceánico que vaga por lo ancho del azul aguamarina que son mis pensamientos. Pero no... No podía ser cierto. Demasiadas cosas y causas, casas y cosas sin concretar ante un mapa del mañana y la vivencia marchita del hoy.

Te quería,¿sabes?. En esta encrucijada me metiste solo, sin más compañía que el color de tus ojos y la miel de tus labios... ¿o era la miel de tus ojos claros?

Tanto tiempo a solas... para verte de nuevo. Justo ahora, sin más tiempo de preparación ni auxilio. Improvisadamente, tal y como eres tú. Pero no... Esta vez no lo vas a tener tan fácil. Hoy, al menos, no. Sin embargo, mañana será otro día para pensar, reir, o morir... ¿de amor? No... más bien de fuego, de ardor... de emoción. Sin ti... o contigo. Ese es un dato irrelevante a estas alturas, entre tanto mar verdoso. Pero... ¿a quién le importa morirse de amor en medio del océano? A mí no...

Pero no, no puede ser. Otra vez no. Sin embargo... Es.

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